Voy a hacer caso “al Tapi” y voy a hablar un poco de mí (de mis pensamientos, de mis emociones). Quedan unas pocas horas para que se desarrollen el ciclo de “tertulias pedagógicas” que estamos pedagogeando. En el metro iba yo leyendo uno de los libros que Jon me había dejado, un libro de cuentos o quien sabe que término podría asignar a tan mágicas palabras, titulado Relatos de el Viejo Antonio, pues pensamos utilizarlo en la tertulia. Y cual fue mi sorpresa y descubrimiento, sus palabras, las escritas, se meten dentro de ti y te hacen cosquillas, te pellizcan, te acarician y a veces incluso te llegan a arañar y a doler... pero es un dolor tan hermoso que igual te hace llorar de alegría que llorar de pena.
Una manera de que lo averigüéis el dejándote, dejándote, dejándote...
El león mata mirando
“El león no mata con las garras o con los colmillos. El león mata mirando. Primero se acerca despacio...en silencio, porque tiene nubes en las patas y le matan el ruido. Después salta y le da un revolcón a la víctima, un manotazo que tira, más que por la fuerza, por la sorpresa.
Después la queda viendo. La mira a su presa. Así...( el Viejo Antonio arruga el entrecejo y me clava los ojos negros). El pobre animalito que va a morir se queda viendo nomás, mira al león que lo mira. El animalito ya no se ve él mismo, mira lo que el león mira, mira la imagen del animalito en la mirada del león, mira que, en su mirarlo del león, es pequeño y débil. El animalito ni se pensaba si es pequeño y débil, era pues un animalito, ni grande ni pequeño, ni fuerte ni débil. Pero ahora mira en el mirarlo del león, mira el miedo. Y mirando que lo miran, el animalito se convence, él solo, de que es pequeño y débil. Y entonces el animalito ya no mira nada, se le entumecen los huesos así como cuando nos agarra el agua en la montaña, en la noche, en el frío. Y entonces el animalito se rinde así nomás, se deja, y el león se lo zampa sin pena. Así mata el león. Mata mirando. Pero hay un animalito que no hace así, que cuando lo topa el león no le hace caso y sigue como si nada, y si el león lo manotea, él contesta con un zarpazo de sus manitas, que son chiquitas pero duele la sangre que sacan. Y ese animalito no se deja del león porque no mira que lo miran...es ciego. “Topos”, les dicen a esos animalitos” (...)
Subcomandante Insurgente Marcos (Relatos de el Viejo Antonio, 2002, p. 29-30, CIACH)
Una manera de que lo averigüéis el dejándote, dejándote, dejándote...
El león mata mirando
“El león no mata con las garras o con los colmillos. El león mata mirando. Primero se acerca despacio...en silencio, porque tiene nubes en las patas y le matan el ruido. Después salta y le da un revolcón a la víctima, un manotazo que tira, más que por la fuerza, por la sorpresa.
Después la queda viendo. La mira a su presa. Así...( el Viejo Antonio arruga el entrecejo y me clava los ojos negros). El pobre animalito que va a morir se queda viendo nomás, mira al león que lo mira. El animalito ya no se ve él mismo, mira lo que el león mira, mira la imagen del animalito en la mirada del león, mira que, en su mirarlo del león, es pequeño y débil. El animalito ni se pensaba si es pequeño y débil, era pues un animalito, ni grande ni pequeño, ni fuerte ni débil. Pero ahora mira en el mirarlo del león, mira el miedo. Y mirando que lo miran, el animalito se convence, él solo, de que es pequeño y débil. Y entonces el animalito ya no mira nada, se le entumecen los huesos así como cuando nos agarra el agua en la montaña, en la noche, en el frío. Y entonces el animalito se rinde así nomás, se deja, y el león se lo zampa sin pena. Así mata el león. Mata mirando. Pero hay un animalito que no hace así, que cuando lo topa el león no le hace caso y sigue como si nada, y si el león lo manotea, él contesta con un zarpazo de sus manitas, que son chiquitas pero duele la sangre que sacan. Y ese animalito no se deja del león porque no mira que lo miran...es ciego. “Topos”, les dicen a esos animalitos” (...)
Subcomandante Insurgente Marcos (Relatos de el Viejo Antonio, 2002, p. 29-30, CIACH)